jueves, 13 de octubre de 2016

12 DE OCTUBRE: ¿QUIÉN CELEBRA EL DÍA "DE LA RAZA" / DÍA "DE LA HISPANIDAD"?



   Como cada 12 de octubre ayer también se celebró en España la denominada Fiesta Nacional, conocida en los países hispanófonos como Día de la Raza, o con el más neutral nombre de Día de la Hispanidad, en conmemoración del llamado “descubrimiento” de América. Sé que muchos de mis colegas profesores de lengua española en la escuela italiana lo han festejado con entusiasmo y una pizca de ingenuidad, pero es precisamente esto lo me impulsa hoy a ahondar en el tema, porque para mí tiene el aspecto simbólico de las cosas tiene una importancia cabal. He esperado hasta el día siguiente para decidir si dedicarle un espacio aquí en nuestro blog para no sumarme a la retórica de los medios de comunicación -tanto españoles como latinoamericanos- y hacer decantar el maremagnum de tinta gastada en vacuidades y solemnidades, y por fin he resuelto que ahora nos toca a nosotros decir la nuestra.
Sobre la palabra “raza” y su sinónimo politically correct "hispanidad" en particular quisiera yo detenerme con ustedes a reflexionar, porque no se trata sólo de una simple y neutral etiqueta, sino que implica mucho más de lo que parece.
Basta mirar los orígenes de esta “fiesta” para percatarnos de su verdadero carácter. Cierto es que desde el año 1918 alcanzó el rango de fiesta “nacional”, pero el auténtico ideólogo de la misma fue Ramiro de Maeztu, cuyas obras fueron fuente de inspiración para los falangistas españoles, en la idea de una “España” únicamente católica y blanca, que había civilizado a los que ellos consideraban salvajes indígenas americanos, pueblos inferiores a los colonizadores desde todos los puntos de vista. Durante el régimen fascista de Franco se siguió celebrando con entusiasmo esta fiesta chovinista y militarista. Después de la muerte del dictador y de la Transición, como tantas cosas del régimen anterior, su celebración se mantiene hasta nuestros días.
Detrás de tanto entusiasmo “nacional” se ha querido ocultar todo el genocidio étnico, cultural y lingüístico que las orgullosas clases dominantes españolas -junto a otras procedentes de Europa y Estados Unidos- han venido realizando desde el siglo XV hasta nuestros días. Entre 10 y 15 millones de seres humanos fueron transportados desde África al continente americano, sin contar las muertes durante las “cacerías” de personas y su transporte, en un proceso que acabó con la convivencia y fue el principio del subdesarrollo del continente negro. Asimismo, de los más de 20 millones (estimaciones a la baja) de nativos americanos anteriores a la llegada de los españoles y demás ocupantes coloniales del continente, se estima que en pocos siglos y debido la brutalidad de los ocupantes y la trasmisión de enfermedades desconocidas para la población nativa, la misma descendió al 3% de la original. Claro está que los pueblos indígenas americanos no han tenido mucho que festejar, ayer como cada 12 de octubre de los últimos 519 años.
El “Día de la Raza”, decíamos. Pero, ¿acaso existe para los humanos semejante cosa llamada “raza”? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo? Sin incomodar demasiado científicos, antropólogos o genetistas como Charles Darwin, Franz Boas o Luca Cavalli Sforza, ¿es que alguien ha visto, alguna vez, sangre negra? No, pero ha habido y hay quien sostiene que no todos somos iguales sobre la faz de la tierra. Les cuento una anécdota: en el año 1942, después de que los Estados Unidos entraron en la II guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciese por inyección. Eso era lo que un hasta un organismo internacional como la Cruz Roja contribuía a difundir entre la gente hasta hace relativamente poco tiempo. Biológicamente no tiene ningún sentido el concepto de “raza” para el animal “homo”, porque sólo hay una. Sobre este “particular” hay que hablar claro y sin rodeos. 
Charles Darwin
Los grupos que forman la población humana no son distintos y separados, sino constituyen un continuum. Las diferencias en los genes en el interior de grupos comunes por carácterísticas físicas visibles son casi idénticas a las existentes entre los varios grupos distintos fenotípicamente, y además las diferencias entre individuos síngulos son mucho más evidentes de las que se perciben entre grupos denominados “raciales”. Racismo es, resumiendo las lección de la biogenética moderna, atribuir sin fundamento alguno carácterísticas ereditarias de personalidad o comportamiento a particulares individuos con cierto aspecto físico. Llamamos racista al que cree que la atribución de carácterísticas de superioridad o inferioridad a individuos con cierto aspecto físico tenga una explicación biológica. 
Pero la realidad es que aún hoyendía, las ideas racistas siguen existiendo, aunque han cambiado de look: no son tan explícitas y vulgares como lo eran un tiempo, pero sobreviven de formas sutiles y subterráneas -en muchos casos peores y más duras a morir que las anteriores- disfrazadas de solidaridad y amor al prójimo, como por ejemplo las actitudes paternalistas y asistencialistas de los países más ricos hacia los más pobres y desventajados, que en última instancia son formas de moderno colonialismo. Pensar que hay sociedades superiores y otras inferiores en valor, dignidad, derechos y aspiraciones es lo que guía y genera manifestaciones tales como la susodicha festividad del orgullo y del furor colonizador español: maquillar la palabra “raza” por “hispanidad” no le quita su verdadera esencia, esto es cierto, osea la afirmación de la superioridad del elemento blanco y europeo sobre el indígena, el negro, y los mestizajes entre ellos producidos.
Hasta bien entrada la época de la independencia de los países latinoamericanos, las leyes sobre la participación ay el cubrimiento de cargos públicos o de acceso a las escuelas distinguía los individuos y los discriminaba por la cantidad de “sangre limpia”, osea blanca, de origen española o europea que tenían. Exisistían porcentajes de “contaminación” aceptados para ser reconocido como individuo y ciudadano con plenos derechos civiles y políticos, superados los cuales uno se convertía automáticamente en un paria (la casta de los intocables) en su misma sociedad. En realidad las cosas no han cambiado mucho desde entonces, aunque ciertos gérmenes latentes de pensamiento se han hecho más difíciles para detectar y reconocer en nuestro cotidiano: digamos que ciertas formas de pensamiento siguen vigentes en la mayoría de las sociedades modernas, sin que sus integrantes se den cuenta de ello. Podríamos sintonizarnos en la televisión peruana, ecuatoriana o boliviana -países con un porcentaje de población indígena y mestiza superior al 75%- y comprobar que es raro que un rostro distinto del fenotipo blanco europeo salga en un comercial, un programa de entretenimiento, o en un telediario, o hasta en las campañas electorales. Podríamos detenernos en observar como hasta en el campo de la estética -por ejemplo ropa, cabello, carros y estilo de vida- en la vida cotidiana de cualquier parte de latinoamérica y no sólo haya sido colonizada por el modelo europeo, en un callejón de salida que ve la imposición siempre más lograda de un sólo modelo de referencia, sea estético, sea económico y político, en fin la perpetuación del paradigma colonial y racista del que hemos hablado.
Quizás una de las anécdotas más reveladoras de la historia colonial de América trata de algo que ocurrió en el año 1563, en el actual Chile. Nos la cuenta el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su obra “Las venas abiertas de América Latina”: El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida para el ejército, pero el capitán español Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
¡Nosotros seremos cada vez más!
¿Con qué mujeres? –preguntó el jefe indio.
Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros señores.
Los invasores con cruz y espada llamaron salvajes y caníbales a los antiguos nativos americanos, pero más caníbales eran las minas de oro de Potosí, en el Perú, o las de Bolivia y Chile, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa y las deudas del reino de España con los banqueros alemanes Fugger. Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que cada hombre es hermano de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces. Y los llamaron ignorantes y brutos. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan ingenuos fueron los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y luego a los Padres Peregrinos del Mayflower.

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A continuación, a guisa de controcanto a las celebraciones de una componente cultural superior a otras en un contexto de mestizaje tal como se presenta él de latinoamérica, quiero compartir con ustedes la transmisión radiofónica que UNRadio, la emisora de la Universidad Nacional de Colombia le ha dedicado ayer al “Día de la Raza”, poniendo la cuestión patas arriba y exaltando lo bueno y lo provechoso del encuentro entre culturas presentando el sorprendente y maravilloso panorama musical del pais centroamericano, cuyo rico patrimonio cultural de expresiones y colores es fruto de la "sopa étnica" que ha producido la fusión y amalgama de las tres componentes culturales que entraron en contacto después de 1492: la indígena, la negra y la española. Echémonos pues a andar por las sendas de la música colombiana como antídoto para curarnos de las malas energías.   

 ¡Buena escucha a tod@s pues!

-PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA DAR UN CLICK SOBRE EL ICONO "PLAY" BAJO LA FOTO DE LOS DOS NIÑOS EN LA MITAD DE LA PÁGINA-