Mucho Facebook, ¿poca concentración?
La obsesión por consultar las redes sociales y
WhatsApp hace aflorar un nuevo fenómeno: la atención parcial continua. Los
jóvenes siguen leyendo, en pantalla y papel, pero les cuesta más ver cine
Carmen Pérez-Lanzac ,
EL PAIS, 10 NOV 2013
En un anuncio televisivo actualmente en emisión,
dos niños dibujan a sus familias. Uno de ellos dibuja a papá, mamá y a sus
hermanos, todos con un móvil pegado a la oreja. Lo que el spot quiere
transmitir es una oferta con acceso ilimitado al móvil. ¡Usad el móvil todo lo
que queráis! ¡Correo electrónico, vídeos, Facebook, Instagram, WhatsApp!
Pasamos muchas horas pegados a una pantalla. Por
trabajo, pero cada vez más por placer, porque es útil para comunicarnos,
nuestra prioridad. Comprobar si hemos recibido un nuevo mensaje electrónico
(cosa que solemos hacer varias veces al día, obsesión recientemente bautizada
como infobesidad), mantener varias conversaciones en grupo por WhatsApp,
consultar confesiones y noticias a través de Facebook, Twitter y otras redes
sociales… Y lo hacemos en todo momento: mientras vemos la televisión, comemos o
incluso en plena obra de teatro (algunos teatros optan, en ocasiones, por
permitir el uso del móvil durante la función para que compartan lo que ven en
redes sociales).
Algunos autores han alertado sobre los efectos
que estos procesos tienen en la mente. Lo hizo Nicholas Carr, quien decidió
abandonar la vida ultrainformada y se mudó a las montañas de Colorado, donde no
había telefonía móvil e Internet llegaba mal, con su obra Superficiales:
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus, 2011). Y también
Manfred Spitzer, director de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del
Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neuronas y el Aprendizaje,
con Demencia Digit@l. El primero resumía así los efectos de Internet en
sí mismo: “Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a pensar qué otra cosa hacer.
Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de
vuelta al texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha
convertido en un esfuerzo”. ¿Le está pasando eso a más gente? ¿Le cuesta
zambullirse en un libro o ha dejado de hacerlo por comprobar sus mensajes en
Facebook?
Spitzer, por su parte, escribe lo siguiente en
su libro (editado en español por Ediciones B): “La afirmación de que la
competencia en las nuevas tecnologías tenga una correspondiente repercusión
positiva no ha sido demostrada en absoluto por el momento. Es estúpido también
que justamente la neurociencia sospeche antes bien lo contrario. Y es que
algunos estudios demuestran que el cerebro crece justo allí donde se utiliza. Y
el enunciado al revés es también válido. Si no se utiliza el cerebro, entonces
se atrofia”. A Spitzer le preocupa cómo afecta el aumento de la tecnología en
el cerebro de los niños. Su opinión es que tener más acceso a estas pantallas
no les viene bien: “La utilización de ordenadores en edades muy tempranas en la
guardería puede motivar trastornos de la atención, y a una edad posterior,
todavía en edad preescolar, puede conducir a trastornos de la lectura”.
Desde la Federación de Editores de España, sin
embargo, no creen que los menores lean menos. “Frente al tópico generalizado,
es el sector más lector”, dice Antonio María Ávila, secretario de la
federación, cuyo Anuario 2012 concluye que el 84,6% de los menores lee en su
tiempo libre. “Y es lógico, están escolarizados al 100%. Pero hay dos tipos de
lectura, una práctica y otra más reposada. Lo que sucede al leer digitalmente,
a través de una tableta o del ordenador, es que uno siente más la necesidad de
comentar lo que lee con todo el que pueda”.
Un
experto: “La lectura profunda se ha convertido en un esfuerzo”
Eva Martín, madrileña de 13 años, está de
acuerdo con Ávila. Ella juega a Minecraft en el ordenador, usa “mucho” Facebook
y Twitter, pero también lee casi todas las noches un libro en la cama. “Tengo
tiempo para leer y para comunicarme por WhatsApp. Son cosas distintas. Me gusta
hundirme en la lectura. Ahora estoy leyendo Las lágrimas de Shiva, que es
misteriosa e interesante. Me lo han pedido en el colegio. Y he escrito un
cuento de 28 páginas de un niño que encuentra un anillo mágico, que es la
puerta a una casa muy extraña”.
¿Se nota el cambio en los institutos? Según
Amparo Torralbo, profesora de Lengua y Literatura en el IES Joaquín Araujo, de
Fuenlabrada, se nota el cambio en su manera de escribir. “Me acuerdo de la
primera vez que vi ‘catalán’ escrito con k. ¡Hay que ser burro!, pensé. Vemos
errores gordísimos que pueden deberse a las nuevas tecnologías y veo que afecta
a los chicos, a su expresión, porque te plantan una abreviatura enseguida”. En
cambio, mantienen el nivel de lectura, afirma esta profesora. “Leen lo mismo
que antes, pero de otra manera, se lo descargan en vez de comprar el libro
físicamente. Cambian el soporte. Pero que lean o no depende más de sus gustos e
intereses. Aunque muchos tienen una dependencia total del móvil”. Torralbo
tiene un hijo adolescente al que le encanta jugar con la videoconsola y, como
muchos padres, le ha puesto límites: solo puede usarla el fin de semana.
Adriana Díaz, cacereña de 24 años, lee directamente
desde su móvil. “Se ve peor que en papel, pero… Es una novela ligera tipo
Cincuenta sombras de Grey que me recomendaron”. Díaz aporta otra pista: confiesa que le cuesta ver una película entera.
“Es que son dos horas, se me hace difícil mantener la atención… Una serie se me
pasa más rápido. Creo que hemos perdido la capacidad de concentrarnos. Todo se
ha vuelto más rápido, más en pequeñas píldoras”.
“Estamos
pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar nada”, dice un
profesor
José Antonio Luengo, psicólogo educativo,
imparte clases de Técnicas de Comunicación en Educación en la Camilo José Cela
y dice que, aunque la creencia generalizada es que vamos a peor, él no lo cree.
“Es cierto que nuestros chicos pasan mucho tiempo enganchados a las pantallas y
a las tabletas. Básicamente están desarrollando procedimientos de comunicación
diferentes a los ordinarios, pero que también son importantes. Lo importante,
lo que debemos estudiar, es si en la escuela se introduce y se trabaja de forma
eficaz la interpretación de textos y la escritura en formato digital. Es
importante que sigan manejando el libro en papel y de esto depende que en
educación primaria lean textos y hagan resúmenes. Eso se hace y se va a seguir
haciendo en la escuela”.
No hay que mirar hacia otro lado porque los
adolescentes viven en la era digital y se comunican con todo el mundo, opina
Luengo. El experto cree que las escuelas tienen un reto, que es enseñarles habilidades
para la lectura digital. “El profesor tiene que
saber que hay una serie de habilidades que él puede aprender. Esa es una
asignatura que tiene el docente también para la que no estamos suficientemente
formados”. A pesar de todo, Luengo cree que el cambio no está afectando a la
capacidad de lectura de los más jóvenes. “Sí están leyendo, aunque sea en el
Facebook, están adquiriendo las claves de la lectura. Yo creo que nuestros
chicos cuando elaboran un texto o hacen un comentario están poniendo negro
sobre blanco sus ideas. Lo que sucede es que en la lectura en pantalla, la
lectura profunda es incompleta. El problema es que pasamos demasiado tiempo en
ese tipo de lectura y dedicamos menos a la más sosegada. La captura no es la
misma cuando lees una página en papel sin interrupciones. En la lectura digital
hay una cierta dispersión. Vas de una pantalla a otra, el texto te lleva a un
vídeo y luego a un mapa, y la concentración es menor, aunque la cantidad de
lectura es mayor”.
Según los
expertos, hay un nuevo fenómeno que afecta cada vez a más personas: la atención
parcial continua. Es lo que sucede cuando pasamos mucho tiempo ante una
pantalla, “que estamos pendientes de muchas cosas, pero sin llegar a solidificar
nada”, describe Luengo. “Algo así como ‘el que mucho abarca poco aprieta”. Para
luchar contra el fenómeno, cree que debemos buscar un equilibrio. “El libro en
papel nos permite una vida interior que es indispensable vivir y que no es tan
fácil de experimentar cuando se está ante una pantalla que permite ir de un
sitio a otro. Hay que equilibrar el abordaje de los textos. Porque la
incapacidad que estamos observando en los alumnos les impide tener ese mundo
interior. Es importante que interpreten bien lo que leen. Les digo, pinchad y
leed, pero volved a la página original y haced anotaciones de lo que habéis
leído”.
Isidro Moreno, profesor de Tecnologías de la
Información y la Comunicación en la Facultad de Educación de la Universidad
Complutense de Madrid, incluye una nueva referencia: el conocimiento puzle.
“Internet y todos los dispositivos móviles hacen que los jóvenes interpreten el
mundo mediados por las tecnologías, se crea un conocimiento puzle o una
sociedad mosaico. Mis alumnos manejan los medios con bastante soltura, pero se
quedan solo en la parte externa de los medios, no profundizan. No les da
tiempo, nadie les ha preparado y los profesores no estamos preparados en ver
qué hay detrás”. “Todo esto va en detrimento de la lectura clásica,
tradicional”, continúa Moreno. “Pero nos falta tiempo y sosiego para sentarnos
y leer. Y cuando a los más jóvenes se lo facilitas, lo hacen, pero hay que
facilitar que se dé esa situación y crearles la necesidad. Por suerte la gente
joven es muy lista”.
La gente
que maneja libros electrónicos dedica más tiempo a leer que antes
En la Fundación Sánchez Ruipérez han hecho
varios estudios (en los que han participado 300 personas) sobre el impacto de
la lectura digital en menores y adultos. “Desde 2008 defiendo que lo digital va
a cambiar la forma de leer”, dice Luis González, director de la fundación, que
explica sus conclusiones: “Esta fundación cree que lo importante no es
obsesionarse con cuánto leen las personas. Todos los estudios que manejamos nos
dicen que los niños leen más ahora que los de hace 10, 20 y 30 años, tanto en
número de libros como en frecuencia. La gente que maneja libros electrónicos
dedica más tiempo a leer que antes. Luego, en el caso de las tabletas hay otro
componente positivo y es que conecta unos con otros, al contrario de los libros
confinados. La desventaja es que, al tener Internet en la tableta, me salen
comunicaciones continuamente y me despisto. A partir de ahora vamos a tener
varios tipos de lecturas: una lectura de navegación muy superficial y esa forma
de ojear se va a trasladar a la lectura de libros digitales. Y luego va a haber
una lectura más pausada”.
González recuerda la primera vez que leyó en un Kindle: “Subrayé una frase
y el aparato me informó de que 17 personas en el mundo habían subrayado la
misma frase. Me pareció muy potente e inquietante”. Él también alude a la
necesidad de buscar un equilibrio. “La lectura profunda es fundamental porque
te genera una capacidad de abstracción mucho mayor, te obliga a mantener un
concepto a lo largo de muchas páginas. Si nos dedicamos solo al pimpam pimpam,
nos devaluamos como lectores. Yo ahora me defino como un lector posdigital.
Personas que hemos asumido esto y nos reencontramos con la lectura en verano y
nos entregamos a una lectura más lujosa y placentera que cuando solo teníamos
el papel”.
Cómo mejorar
la lectura digital
Consejos elaborados por el psicólogo educativo
José Antonio Luengo para mejorar la lectura digital de los jóvenes:
- Cuando entre a través de la pantalla en un
texto del que tenga que sacar conclusiones, no dude en seguir determinadas
orientaciones del propio texto que te lleven a otras referencias, no dude en
moverse siguiendo sus consejos. Pero hágalo con un cuaderno y un lápiz a mano
para ir registrando ideas y observaciones.
- Al terminar la lectura del texto, elabore un
resumen de lo que ha leído en seis o siete líneas. No se vaya a la cama o a
jugar con la videoconsola sin haberlo hecho antes. Si no ordena las ideas, las
perderá y olvidará.
- Después de haber sacado una idea, de haberte ido a otra página, de haber
hecho un esquema, procura volver a leer el texto original en una situación en
la que no interrumpa nada, sin pinchar los hipervínculos, como si estuviera leyendo
en un libro.