Como
cada 12 de octubre hoy también se celebra en España la denominada
Fiesta Nacional, conocida en los países hispanófonos como Día de la Raza, o con el más neutral nombre de Día de la Hispanidad, en conmemoración del descubrimiento
de América. Sé que hay quienes lo festejan en la escuela italiana también, Alumn@s y Profesores de lengua española, unos con entusiasmo y otros con una pizca de
ingenuidad, pero es precisamente esto lo me impulsa hoy a ahondar en el
tema, porque para mí tiene el aspecto simbólico
de las cosas tiene una importancia cabal. He esperado hasta el día
siguiente para decidir si dedicarle un espacio aquí en nuestro blog para
no sumarme a la retórica de los medios de comunicación -tanto españoles
como latinoamericanos- y hacer decantar el maremagnum de tinta gastada en vacuidades y solemnidades, y por fin he resuelto que ahora nos toca a nosotros decir la nuestra.
Sobre la palabra “raza” y su sinónimo politically correct "hispanidad"
en particular quisiera yo detenerme con ustedes a reflexionar, porque
no se trata sólo de una simple y neutral etiqueta, sino que implica
mucho más de lo que parece.
Basta
mirar los orígenes de esta “fiesta” para percatarnos de su verdadero
carácter. Cierto es que desde el año 1918 alcanzó el rango de fiesta
“nacional”, pero el auténtico ideólogo de la misma fue Ramiro de Maeztu,
cuyas obras fueron fuente de inspiración para los falangistas españoles,
en la idea de una “España” únicamente católica y blanca, que había
civilizado a los que ellos consideraban salvajes indígenas americanos,
pueblos inferiores a los colonizadores desde todos los puntos de vista.
Durante el régimen fascista de Franco se siguió celebrando con
entusiasmo esta fiesta chovinista y militarista. Después de la muerte
del dictador y de la Transición, como tantas cosas del régimen anterior,
su celebración se mantiene hasta nuestros días.Detrás de tanto entusiasmo “nacional” se ha querido ocultar todo el genocidio étnico, cultural y lingüístico que las orgullosas clases dominantes españolas -junto a otras procedentes de Europa y Estados Unidos- han venido realizando desde el siglo XV hasta nuestros días. Entre 10 y 15 millones de seres humanos fueron transportados desde África al continente americano, sin contar las muertes durante las “cacerías” de personas y su transporte, en un proceso que acabó con la convivencia y fue el principio del subdesarrollo del continente negro. Asimismo, de los más de 20 millones (estimaciones a la baja) de nativos americanos anteriores a la llegada de los españoles y demás ocupantes coloniales del continente, se estima que en pocos siglos y debido la brutalidad de los ocupantes y la trasmisión de enfermedades desconocidas para la población nativa, la misma descendió al 3% de la original. Claro está que los pueblos indígenas americanos no han tenido mucho que festejar, ayer como cada 12 de octubre de los últimos 519 años.
El “Día de la Raza”, decíamos. Pero, ¿acaso existe para los humanos semejante cosa llamada “raza”? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo? Sin incomodar demasiado científicos, antropólogos o genetistas como Charles Darwin, Franz Boas o Luca Cavalli Sforza, ¿es que alguien ha visto, alguna vez, sangre negra? No, pero ha habido y hay quien sostiene que no todos somos iguales sobre la faz de la tierra. Les cuento una anécdota: en el año 1942, después de que los Estados Unidos entraron en la II guerra mundial, la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas, prohibida en la cama, se hiciese por inyección. Eso era lo que un hasta un organismo internacional como la Cruz Roja contribuía a difundir entre la gente hasta hace relativamente poco tiempo. Biológicamente no tiene ningún sentido el concepto de “raza” para el animal “homo”, porque sólo hay una. Sobre este “particular” hay que hablar claro y sin rodeos.
Charles Darwin |
Pero la realidad es que aún hoyendía, las ideas racistas siguen existiendo, aunque han cambiado de look:
no son tan explícitas y vulgares como lo eran un tiempo, pero
sobreviven de formas sutiles y subterráneas -en muchos casos peores y
más duras a morir que las anteriores- disfrazadas de solidaridad y amor
al prójimo, como por ejemplo las actitudes paternalistas y
asistencialistas de los países más ricos hacia los más pobres y
desventajados, que en última instancia son formas de moderno
colonialismo. Pensar que hay sociedades superiores y otras inferiores en
valor, dignidad, derechos y aspiraciones es lo que guía y genera
manifestaciones tales como la susodicha festividad del orgullo y del
furor colonizador español: maquillar la palabra “raza” por “hispanidad”
no le quita su verdadera esencia, esto es cierto, osea la afirmación de
la superioridad del elemento blanco y europeo sobre el indígena, el
negro, y los mestizajes entre ellos producidos.
Hasta
bien entrada la época de la independencia de los países
latinoamericanos, las leyes sobre la participación ay el cubrimiento de
cargos públicos o de acceso a las escuelas distinguía los individuos y
los discriminaba por la cantidad de “sangre limpia”, osea blanca, de
origen española o europea que tenían. Exisistían porcentajes de
“contaminación” aceptados para ser reconocido como individuo y ciudadano
con plenos derechos civiles y políticos, superados los cuales uno se
convertía automáticamente en un paria (la casta de los
intocables) en su misma sociedad. En realidad las cosas no han cambiado
mucho desde entonces, aunque ciertos gérmenes latentes de pensamiento se
han hecho más difíciles para detectar y reconocer en nuestro cotidiano:
digamos que ciertas formas de pensamiento siguen vigentes en la mayoría
de las sociedades modernas, sin que sus integrantes se den cuenta de
ello. Podríamos sintonizarnos en la televisión peruana, ecuatoriana o
boliviana -países con un porcentaje de población indígena y mestiza
superior al 75%- y comprobar que es raro que un rostro distinto del
fenotipo blanco europeo salga en un comercial, un programa de
entretenimiento, o en un telediario, o hasta en las campañas
electorales. Podríamos detenernos en observar como hasta en el campo de
la estética -por ejemplo ropa, cabello, carros y estilo de vida- en la
vida cotidiana de cualquier parte de latinoamérica y no sólo haya sido
colonizada por el modelo europeo, en un callejón de salida que ve la
imposición siempre más lograda de un sólo modelo de referencia, sea
estético, sea económico y político, en fin la perpetuación del paradigma
colonial y racista del que hemos hablado.
Quizás
una de las anécdotas más reveladoras de la historia colonial de América
trata de algo que ocurrió en el año 1563, en el actual Chile. Nos la
cuenta el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su obra “Las venas abiertas de América Latina”:
El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida
para el ejército, pero el capitán español Lorenzo Bernal se negó a
rendirse. Desde la empalizada, gritó:
—¡Nosotros seremos cada vez más!
—¿Con qué mujeres? –preguntó el jefe indio.
—Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros señores.
—¡Nosotros seremos cada vez más!
—¿Con qué mujeres? –preguntó el jefe indio.
—Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros señores.
Los
invasores con cruz y espada llamaron salvajes y caníbales a los
antiguos nativos americanos, pero más caníbales eran las minas de oro de
Potosí, en el Perú, o las de Bolivia y Chile, cuyas bocas comían carne
de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa y las
deudas del reino de España con los banqueros alemanes Fugger. Y los
llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que
cada hombre es hermano de todo lo que tiene piernas, patas, alas o
raíces. Y los llamaron ignorantes y brutos. En eso, al menos, no se
equivocaron. Tan ingenuos fueron
los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena
conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro
y luego a los Padres Peregrinos del Mayflower.
ENLACE A LA DIRECTA TELEVISIVA COMPLETA EN TVE DEL 12/10/2012:
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A continuación, a guisa de controcanto
a las celebraciones de una componente cultural superior a otras en un
contexto de mestizaje tal como se presenta él de latinoamérica, quiero
compartir con ustedes la transmisión radiofónica que UNRadio, la emisora
de la Universidad Nacional de Colombia le ha dedicado ayer al “Día de la Raza”,
poniendo la cuestión patas arriba y exaltando lo bueno y lo provechoso
del encuentro entre culturas presentando el sorprendente y maravilloso
panorama musical del pais centroamericano, cuyo rico patrimonio cultural
de expresiones y colores es fruto de la "sopa étnica" que ha producido
la fusión y amalgama de las tres componentes culturales que entraron en
contacto después de 1492: la indígena, la negra y la española.
Echémonos pues a andar por las sendas de la música colombiana como
antídoto para curarnos de idioteces etnocéntricas.
¡Buena escucha a Tod@s!